La noche que me citaste en el bar de la esquina, comprendí que ya no podíamos ser más nada. El bar se usaba para cosas serias. Y la verdad es que no podíamos seguir haciéndonos las boludas o fingir demencia. Tus finos labios hablaron.
Estamos en cualquiera.
Si, hace rato. Cada una en la suya.
¿Y qué hacemos con Merme?
No tengo idea.
Los amores deberían venir con un contrato, una fecha de vencimiento que te obligue a disfrutar al máximo y no estirarla al pedo.
Hace poco pensé en volver a hablarle. Por eso se me ocurrió salir a tomar sol en los mismos horarios que ella, a ver qué pasaba. Hay días que siento que nos estamos mirando entre las hojas. Esos pequeños espacios vacíos entre las Eugenias. Cada una en su reposera apuntando a un sol ficticio sobre la medianera. A las dos nos gusta tomar sol en tetas. Y ya
pude confirmar que si nos acomodamos bien, podemos vernos los pezones.
Usamos máscaras, coloridas y brillantes. Las pulimos antes de vernos, es parte del ritual de porcelana.
Mi lengua de terciopelo baila. Se deleita en su personaje. Te acaricia en el aire sin tocarte.
Cada encuentro sorpresivo fue premeditado de algún modo. No sé cómo explicarlo pero algo late. Nada es casualidad, ni un gesto, ni una palabra, ni una mirada esquiva que de pronto te encuentra, un segundo.
Recuerdo, estando en el presente. En mi cabeza tomo notas del modo en que voy a recordar este momento. ¿Cómo se lo contaría a otra persona o a mí misma en un futuro cercano?
Mi máscara es de yeso, hecha a medida. Una capa fina y pareja fue colocada sobre el plástico que protegió mi piel durante el proceso. Apenas tres agujeros me permitieron ver y respirar hasta que el material endureció. Así me aseguré de que ninguna otra persona pudiera usarla. Ni siquiera yo misma dentro de un tiempo, cuando se caiga a cachos, cuando la tenga que guardar, porque solo queda carne y hueso y reuniones familiares.
Me diste un beso muy cerca de la boca. Te deslizaste hasta mi oído donde demoraste un minuto para invitarme a la puerta del jardín. Oculta entre mi pelo suelto, mordiste el lóbulo de mi oreja. Despacio, muy finito. Un dolor conocido, que me hace cerrar los ojos. Te alejaste sonriente, con tu hipnotizante meneo de caderas.
Me hiciste arder la cara. Pero estoy protegida.
02/06

tengo que decirte algo
me doy cuenta cuando me estás espiando
apareces conectadx unos segundos
y desaparecés
como si salieras corriendo
como si agarraras el celular y lo estamparas contra la pared
como si yo no hubiera llegado a leer

en línea
¿qué te molesta de mí?

que pulule a la luz del día
que no me esconda
ni disimule
que entonces salte de un cuerpo a otro
en un instante
que saboree lo que toco
y si algo es rico
lo vuelvo a probar
mi libre albedrío
te molesta
el nombre mosca es muy vago
soy una díptera
de zumbido grave
que te aletea y no te toca
que no me podes atrapar
eso también te molesta
mi habilidad de escape
anticiparme a tu ataque
huir como defensa
huir, es un instinto primario dijo María
emprender el vuelo
volver a la posición inicial
ser espontánea
impredecible
decidir
ser flexible
cerebro de mosca
cuerpo de mosca
alas de mosca
soy capaz de adaptarme al medio ambiente
no como vos que estás a punto de extinguirte

yo no tengo problema para revolver la basura
ni contar las mierdas por las que anduve
puedo caminar sobre el vidrio
boca abajo
no soy capaz de morder ni masticar
pero puedo picar y succionar sangre
vivir de día
alimentarme de cadáveres
y cuidado
puedo hacerte dormir para siempre